VIAJE
¡Qué clara luz en la mañana dura!
Diligencias de tiempo impulsan lisas
mi cuerpo. El suelo plano
patina blanco despidiendo el bulto
mío, que sobrenada inmóvil hacia
nortes abiertos en redondo, azules.
El rodaje no impide ni ocurrentes
partidas brisas, enfoscada espuma
de aire. Esquirlas. Luz. ¡Oh mediodía
tirante! El bulto se alza a muelle comba
¿de agua?, de campo verde, alcores curvos,
—sumo un momento, coronante, alegre,
casi azules las manos altas—, para
pasar en pausa honda entre las lomas
opresas— cielo lento, contenido—,
lomas que se atirantan y de súbito
despiden tensas la secreta perla
—cuerpo mío—fugaz, inerte, a luces
navegantes. ¡Qué oriente! Sin espasmo,
maestra, asume brillos en certamen
y se domina a sí, segura siempre
en el friso que estila su pasaje
de belleza. ¡Belleza que es el día!
Impasible insinúa hacia su norte
inqueridas espiras. Elementos
de aire, de sol, de cielo, rompedores
del orden pretendido, vierten fuera
accidentes, miradas, torpes lazos
(pero no, no hay cuidado), que levantan
peligiosa su gracia crespa.
Voy en bulto cierto, a firme lejanía,
disparado de líneas, bajo palmas
de cielo abierto empujadoras, agrias.
Si te acogen, ¡oh bulto!, con destino
evidencia de luces últimas, estática
plenitud de ondas altas, abrigante
voluta de la noche, rinde viaje
—¡calma!—sobre ti mismo y da tu giro
pertecto, entero, de la estela dura
eximido, difícil, que has vencido
flotadora y que resta inerme, sólida.
Vicente Aleixandre