LO MUSITADO
Eso que deja abiertas las puertas
al sollozo
(su voz sin hueso
y su tejido roto y escurrido)
y todavía hace posible
mover entre los dientes
la extraña compasión de los significados.
Eso que empieza a arder
aun antes de encenderlo y pide paso justo
cuando ha encontrado perdición,
y atraviesa pasillos oscuros
lavándose las sílabas en saliva cansada.
Eso, lo dulce escatimado,
lo que llega sólo a morder la luz
de lo intermedio,
lo musitado, sí, de donde sale nada más
el humo hilado de unas pisadas en la nieve.
Hasta ahí, hasta ahí llega
la rozadura pequeña del poema.
Un ruido de uñas rotas
y nada más.
Tócame, al menos tócame otra vez
con los nombres sumergidos.
Tomás Sánchez Santiago