EL ALMA INMÓVIL
(A Vargas Vila)
I
El genio no es la nube, que de rayos preñada,
busca un lecho en las sombras; el genio no es la espada,
que, de sangre sedienta, se goza en el combate:
es el peñón, no el río; la valla, no el embate...
El genio es como el cóndor, que con veloz mirada
bajo sus pies contempla la tempestad airada;
pero garras no tiene, sino alas con que abate
las alturas en donde nada vibra, ni late.
Cuando el genio contempla los abismos, entonces
hay en sus verbos fraguas, dinamitas y bronces;
porque él todo lo dora, como la luz del día.
Tal Dios, que ve impasible la dicha y el quebranto,
nunca se ha sonreído, nunca ha vertido llanto;
porque Dios esta inmóvil, y lo humano varía...
II
Homero está tranquilo: sus épicas canciones
tienen relampagueos, vértigos y explosiones;
pero él está tranquilo, como gimnasta raro
que sin quemarse pasa por entre el ígneo aro.
El Dante está sereno: canta obscuras regiones
de tormentos rebeldes y sórdidas pasiones;
pero él está sereno, como solemne faro
Que en la pavura negra pone su punto claro.
Shakespeare y Goethe ahondan dos abismos profundos
—corazón y cerebro— donde se agitan mundos;
y ni el de Albión se inquieta, ni el de Weimar vacila...
¡Así la altiva cumbre, del hielo de su frente
desata, como el genio, las furias de un torrente;
pero ella, como el genio, también está tranquila!...
1900.
José Santos Chocano