HETAIRA ANCIANA
Sobre la faz exangüe de la hetaira anciana,
que en lecho delictuoso gastó sus primaveras,
relampaguea el beso de las viciosas turbas...
Sus ojos de armonía —dos hemistiquios griegos—
penetran en el hondo misterio del pasado:
y dicen remembranzas de las supremas dichas
que su ánima encendieron en cristalinas fiebres:
lámparas de lujuria parecen sus dos ojos
en el acribillado duelo de una tormenta;
y fíngese, en sus rojas pupilas inyectadas,
incendio de placeres sobre un amor en ruinas...
Sus brazos, que sedientos en náufragos afanes
extiéndense en demanda de mendicantes goces,
como implorando un cuerpo de varonil contorno
para estrecharlo al suyo con nudos de culebra,
simulan ramas tristes de un árbol dolorido,
que al soplo huracanado del ábrego se tronchan
y locas se retuercen como danzantes llamas,
como serpientes ebrias, como suspiros largos...
Su cabellera nivea, de sueltos laberintos,
que undívagos al aire sobre la espalda ruedan,
tinge los anchos pliegues de la bandera blanca
con que la Muerte cruza por las revueltas lides...
Sus labios ¡ah sus labios! son pétalos de sangre,
que, ajados por el vicio de fementidas glorias,
despiertan con la lluvia de imaginados besos
que son consuelo postumo a las difuntas galas...
¡Ya con ios labios sólo probar puede las dichas!
¡Ya sólo en besos largos apurará embriagueces!
¡Ya sólo, en su impoteute delirio de venturas,
alcanzará en los labios limosnas de consuelo!
¡Mísera de la anciana, que ya en el lecho ardiente
no encuentra las caricias del cortesano joven!
¡Mísera de la vieja, que del amor antiguo
despierta la memoria de dichas palpitantes,
al profanar con besos las impecables bocas
de los ingenuos niños que estrecha entre sus brazos!
¡Ay del extinto culto de la hetaira anciana,
que en ansias voluptuosas sólo a gozar aspira
el beso de los niños de bocas virginales!
¡Ay de la cortesana, que en ósculo sonoro
derrite así la nieve de sus cabellos blancos,
sobre la llama eterna de los cabellos de oro!...
1899.
José Santos Chocano