EN VOZ ALTA
Hago punto final. Gloria o miseria
ha tiempo que el amor robó mi calma;
porque él es el Tabor de la materia,
pero es también el Gólgota del alma.
Si llenaste una página en mi historia,
ha de ser justo, aunque mi am.or sucumba,
que estos versos consagre a tu memoria
como quien echa flores a una tumba...
Me engañaste, lo sé. Y hoy que se acaba
el engaño teatral de mis afectos,
me asombra tu ficción; porgue ignoraba
que en las flores de trapo hubiera insectos.
Me engañaste: lo sé. Con fría argucia
probabas la verdad de una falsía.
¡Hay inocencia que parece astucia!
¡Hay candor que parece hipocresía!
Aunque hablabas de amor, nunca siquiera
llanto vertisie en generoso alarde...
El corazón de la mujer es cera;
¡y la cera que llora es cera que arde!
Cuando alguna mujer me hable de amores
le hablaré de mentiras y desprecios,
pero no le hablaré de mis dolores;
que es preciso ser necio con los necios...
¡Con qué gozo infernal pondré los labios
en la copa de orgiásticos placeres!
Me graduaré de sabio entre los sabios
que se saben reír de las mujeres...
Culpa tuya será, si yo algún día
clavo un puñal de una mujer al pecho:
ya que tú has pervertido el alma mía,
otras me pagarán el mal que has hecho.
La dignidad me exige una venganza;
y hoy que en mi corazón tu imagen copio,
siento, al verte, que pesa en la balanza
más que el amor ajeno, el amor propio.
Así, con frialdad, siempre con calma,
por fin cerrados del amor los broches,
despídome diciendo, al ver de tu alma
la inmensa obscuridad: —¡Muy buenas noches!
1895.
José Santos Chocano