ÍNTIMA
Cuando nací, la guerra
Llegaba hasta la sierra
Más alta de mi tierra;
Y al poner de repente
Mi pie dentro de un charco de sangre, el charco hirviente
Con una de sus gotas me salpicó la frente.
Me arrulló la armonía
De la trompetería,
De la que es sólo un eco toda mi poesía;
Y como fueron años de pólvora y fragor
Los de mi infancia, el beso de mi madre era flor
De púrpura y su abrazo serpiente de dolor...
Yo no jugué de niño; por eso siempre escondo
Ardores que estimulo con paternal cariño.
Nadie comprende, nadie, lo viejo que en el fondo
Tiene que ser un hombre que no jugó de niño...
Recuerdo que a su lado
Mi madre me tenía,
Aquel siniestro día
En que escuché espantado
Sonar el destemplado
Clarín del vencedor.
—¡Escúchalo!— decía
Mi madre... Y lo escuchaba, lo escucho todavía,
Lo escucharé hasta cuando resuene otro mayor.
Por eso hoy que me inspira
Ese recuerdo henchido de la más santa ira,
Los nervios de mi madre son cuerdas de mi lira...
Después, mis dieciocho años corrieron como río
Sinfónico por entre cañaveral bravio.
Bebí en el tosco vaso de las revoluciones,
Me retorcí entre hierros, erré por las prisiones;
Y yo, que no fui niño, me decidí a ser hombre.
Antes de tiempo supe del calabozo obscuro
Y el pan amargo y duro;
Pero dejé mi nombre
Escrito en letras rojas sobre la cal del muro...
Cuando alcancé una sola sonrisa de la Suerte,
Fui al trópico. Vi tanta Naturaleza fuerte
Que mis ojos ya hechos a esas grandes visiones,
Las devuelven ahora dentro de mis canciones.
Tal es como mi verso íinge una ceiba enhiesta,
A cuyo pie dictaron cien caciques sus leyes
Y bajo cuya sombra pueden dormir la siesta
Veinticinco pastores con sus cincuenta bueyes...
Esta es mi breve historia de nave en torbellino.
Osado peregrino,
Zarpé contra el Destino;
Y en medio del camino,
Sentí un amor que vino
Como caricia suave
¡Mujer: tú fuiste a modo de un pájaro marino
Caído en la desnuda cubierta de mi nave!...
José Santos Chocano