LA MUERTE DEL BISONTE
Ensangrentado un cuerno, refúgiase el bisonte
en la maraña fosca, donde improvisa un lecho;
dobla las piernas; rinde su fatigado pecho:
y da un mugido largo que hace temblar el monte.
Un rollo de tinieblas alfombra el horizonte
crepuscular; un río, que siente el cauce estrecho,
revuelve sus espumas a modo de un despecho;
y, al fondo, se desgranan los trinos de un sinsonte...
La lanza de un «Piel roja» quebrose tan clavada
en el testuz del bruto, que en vano en la maleza
busca él refugio: nada puede salvarlo, nada.
Y, así, en la noche, expira, mirando, por fortuna,
que tras de un cerro, a modo que tras de una cabeza,
se asoman vengativos los cuernos de la Luna...
José Santos Chocano