LA MUERTE DEL BOGA
En un codo del río fue la escena.
Después que ató su balsa en la segura
margen, el boga, henchido de ternura,
se quedó un punto en actitud serena.
Previo la noche, y, con el alma llena
de paz y ensueño, consultó la altura;
desenvolvió su canto de amargura;
contempló el río y se sintió una arena.
Surgió un caimán. El boga, con crispada
mano, se defendió; y el monstruo horrendo
le aprisionó con brusca dentellada...
La balsa se volcó... Ya no hubo estruendo.
Después... después la linfa ensangrentada
borró la sangre y prosiguió corriendo.
José Santos Chocano