EL AMOR DE LOS ANDES
Señora: ¿con qué timbres se ostentan mis amores?
Señora: ¿qué grabados ilustran mi broquel?
¡Las trágicas leyendas de cien Conquistadores,
las armas de dos mundos y un gajo de laurel!
Me ha dicho un viejo infolio que apenas una gota
de sangre de Gonzalo de Córdoba hay en mí:
no sé; pero yo he sido de aquella Edad remota
y siento las grandezas del siglo en que viví.
Por eso a vos me llego —¿lo comprendéis ahora?—
con majestad de Inca y orgullo de español;
y os doy un timbre y otro para escoger, señora:
¡el de mi madre Iberia o el de mi padre el Sol!
Mi amor no es el del niño de la visión pagana...
Conquistador o Inca, yo siento aquel galán
que pone bajo el pecho la tierra americana,
con ímpetus de Río y espasmos de Volcán...
Si os ablandáis al ruego, culminaré mi vida :
me sentiré más digno de mi épico blasón;
y os quedaréis, señora, mirando sorprendida
que le aparecen alas de cóndor al león...
Sabed, señora mía, que soy uno de aquellos
que tienen algo en su alma de bosque tropical.
Los déspotas me asombran; pero yo soy como ellos
¡después que ellos libaban, rompían el cristal!
Sabed que sois el culto de mi pasión avara:
por vos hiciera esfuerzos que nadie imaginó.
Después... os mataría ¡para que nadie osara
poner su pensamiento donde lo puse yo!
José Santos Chocano