CADENA
A MI AMIGO ENRIQUE CORTÉS
La necesidad —Hermanas escuálidas, idos de aquí
La culpa —Atada contigo, yo voy junto a ti.
(GOETHE, Segundo Fausto).
Dijo en sí el Mal: —De cada desventura
Yo haré un vicioso, y de un vicioso, diez;
Y de allí un crimen, y logrado un crimen,
Cien inocentes víctimas tendré.
Rodarán sin apoyo hijas y hermanas,
Loca la madre, en venta la mujer,
Cómplices los amigos, y el vecino
Hoy sermonero, pecador después.
Y será la prisión mi escuela clásica.
Mi fábrica al vapor de envilecer,
Donde al nivel del asesino infame
Bajarán pronto el hambre y la niñez.
El que entre allí toda esperanza pierda
De amor, de honor, de redención, de fe;
Olvide cuanto supo, aprenda el crimen,
Y una vez profesor, salga a ejercer.
¡Viva la sociedad que ayer al mísero
Desamparó, y odiándolo después,
Todo camino de salud cerrole
Y en mis brazos lo echó manando hiel!
Yo le presté mis fondos de ignorancia.
Juego, prostitución, ocio, embriaguez,
Y vive de ellos santamente, y págame
En muerte y crimen óptimo interés.
Descuidando su escuela, abrió mi escuela;
Descuidando el taller, me abrió taller,
Y al sospechar lo errado de sus leyes,
Puso en moda legal burlar la ley.
Si en sus teatros quiebra el empresario,
Yo siempre gano, y huélgome también,
Disipando el rubor en carcajadas
Y descogiendo el ceño del deber.
Colaboro en sus diarios, y entre todos
La favorita es mi sección, ¡pardiez!
Mágico disolvente de inocencia
Con que riego el doméstico vergel.
Ella es mi esposa, y deja a nuestros hijos
En protegida libertad crecer,
Y en cuanto éstos la oprimen y devoran,
Mata a un vil, y hace nido para cien.
Soy su modista, y de las bellas damas
Pesando el seso, lo que falta dél
Compenso en zarandajas, blondas, vuelos,
Lujo, manzana del moderno edén.
Frivolidad y vanidad se llaman
Hoy mis serpientes; con su ayuda fiel
Mato los paraísos de la vida
Y hago al sayón de la mujer, su juez.
Yo reino con sus leyes; su justicia
Sírveme igual por blanda o por crüel;
Su tarda y ciega caridad me apoya,
Y hoy venzo a Cristo aun en su nombre y fe.
Ya entre mis siete réprobos caudillos
Repartí el mundo: la Soberbia es rey;
Cuatro lo explotan, brutalizan, matan,
Y Ocio y Envidia hierven a sus pies.
Allí el muerto ambulante, allí mi incienso
De aire pestilencial, allí hambre y sed,
Más que de pan, de horrores; y arrullando
Al Crimen niño la hosca Beodez.
—Te engañas, respondió la fuerte y sabia
Caridad culta al infernal poder;
Luz, amor, redención trájonos Cristo
Y con ese arsenal te venceré.
Recorreré tu pérfida cadena
Del primer eslabón hasta el postrer,
Y haré de cada infierno que dejaste,
Una escuela, una fábrica de bien;
Militante virtud cada infortunio,
La virtud, mina de oro y de placer;
Lección, el vicio; el delincuente, apóstol,
Y el mundo, red de armónico interés.
No hay corazón sin germen de esperanza,
Yo urdiré nueva vida en torno dél,
Y sin violar divina ley ni humana
Ambas serán por fin la misma ley.
No habrá esas masas de ignorancia y de ocio
Que avalanchas de horror lanzan doquier;
Y extirpando barbarie y servidumbres,
Tus cadenas, oh Mal, quebrantaré.
Yo soy la Caridad, llama celeste
Que en el pecho del hombre alguna vez
Tú lograste apagar, mas fue salvada
Dentro del corazón de la mujer.
Yo reinaré con esa a quien tú hiciste
Reina de farsa, percha de oropel,
Y su amor será entonces sólo el digno
Lauro de la Virtud, la Paz y el Bien.
Rafael Pombo