¿NO HAY DIOS?
¿Has dicho que no hay Dios, amigo mío?
De rodillas te pido que no vuelvas
A murmurar tan repugnante chanza.
No te diré que eso es impío, siento
Que es brutal y cruel. Esas palabras
Fueran la voz de un desengaño horrendo,
El verdadero adiós de la esperanza,
El toque de suicidio al universo.
Sí, no hay Dios: ¡es decir que tanta infamia
Quedará sin castigo, tanta culpa
Sin expiación, tanta virtud sin premio,
Tanta fe sin objeto, tanto heroico
Atribulado amor sin recompensa!
¡Si esas palabras pronunciado hubieras
Sesenta siglos ha, de cuántos males
Redimieras tu especie, amigo mío!
¡Eva y Adán flotando suspendidos
De un árbol del edén, emblema fueran
De nuestra infausta humanidad salvada!
¡Salvada de existir...! No se colgaron,
Aunque tanto como ellos en el mundo
Nadie perdió; luego algo recordaban,
Algo creían,
esperaban algo;
Aun perdido ese edén de cuya gloria
En todo corazón quedan escombros,
Sospechas deliciosas, lumbres vagas.
¿No hay Dios? ¡Salvoconducto a todo crimen,
Muerte al amor, muerte al trabajo, a todo
Lo que siembra y espera, une y conserva,
Redime, eleva o regenera; a todo
Lo que no es egoísmo, a cuanto pasa
Del propio instinto individual! Entonces
La obra del hombre es solamente el lío
Que para una embriaguez pilla el ratero,
Perdió la vista su horizonte, el alma
Sus alas; ya la eternidad no existe,
Sino sólo el momento; y la presente
Vida, harto estrecha en sí, pero infinita
Por el amor y la esperanza, queda
En calabozo convertida, en hoyo
Sofocador, sin luz, ni cielo, ni aire.
Es del mundo moral mágico nudo
Esa palabra: Dios. Si hay una mano
De cortarlo capaz, todo hecho trizas
Volviera al punto al fragoroso caos.
Y si no habiendo un Dios lo inventó un hombre,
Su obra fue más benéfica, más grande
Que la del mundo físico, y por cierto
Aun más maravillosa. Fue tal hombre
Creador de sí mismo,
que él dispuso
Todas las condiciones sin las cuales
Ni llegar a existir, ni ya existente,
Poderse conservar es concebible.
Por tanto, si no hay Dios, fue Dios ese hombre,
Y como a Dios debe adorarle el mundo.
Rafael Pombo