A EUGENIO SÁNCHEZ SAYAS
Con que te vas, ¡Santo Dios!
Cañonazo tan violento
No me deja casi aliento
Ni para decirte adiós.
De un tiro matas a dos
Con semejante centella,
Y aunque te pese tu estrella
Más por ella que por mí,
Yo a fe que la siento, sí,
Por ti, por mí y aun por ella.
Si hoy tus hermanas las olas
Te desconocen, y ves
Que antes de asentar los pies
Sobre arenas españolas
Con furibundas cabriolas
Queriendo tragarte están,
Antes que a su hambriento afán
Tu serenidad se rinda,
Diles por gusto: ¡Florinda!
Y al punto se amansarán.
Y si el viento, hijo del viento,
Te ve con gesto bribón
(Aunque es de tu corazón
El natural elemento)
Y roncando turbulento
Enfureciéndose va,
Con el garbo de un pachá,
Pues la ocasión se te brinda,
Dile por gusto: ¡Florinda!
Y al instante cejará.
Que el cielo, el viento y el mar,
Cuando no te reconozcan,
No hay riesgo que desconozcan
Ese nombre singular;
Dispútanlo en alta mar
Con borrascoso interés,
Y tú entrando en lid después,
Cuarto en discordia tan linda,
Sacando en triunfo a Florinda
Pones en paz a los tres.
A bordo del Black Warrior, Nueva York, octubre 27: 1856.
Rafael Pombo