A MI MORA
¡Hola! ¿conque desdeña la que un día
Frenética de amor me idolatró?
¿Conque afecta olvidar que ha sido mía
Y piensa que también lo olvido yo?
Pero al que des el néctar que vertieron
Las gracias en tu labio seductor,
Cuéntale que mis labios recibieron
Tu ardiente, primer ósculo de amor.
Y cuéntale, antes de él, lo que dijimos,
La eléctrica emoción que nos unió,
El supremo deleite que bebimos
Tú entre mis brazos y en tus brazos yo.
Píntale el paraíso de un momento
Que en sólo un ser nos confundió a los dos;
Repítele el blasfemo juramento
Que por cuanto hay hiciste ante Dios.
Díle que ebria de amor desfalleciste
Abrumada de dicha y de placer,
Y cayendo a mis pies me bendijiste
Con la furia de amor de una mujer.
Y añade que después, la que hizo tanto,
Adusta se mostró cuando la vi,
Que fingió rechazarme con espanto
Y yo al ver tal comedia me reí.
¡Oh chanza deliciosa! ¡oh lindo juego
De amor y desamor, traición y fe!
Sin que yo deje de adorarte ciego.
Pues con bellas cual tú reñir no sé.
Si en esos labios, lay! si en esos ojos
Sienta con tal primor ese desdén,
Que es forzoso quererte en tus enojos,
Y en tus risas y lágrimas también.
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Y eres mujer, mi compasión requieres,
Todo tu porvenir es el amor,
Y siempre la inconstancia en las mujeres
Siembra desdén para coger dolor.
Con cariño y pasión goza en quererte
Mi generoso y libre corazón;
El quisiera labrar para tu suerte
Cuanto digno soñó de su ambición.
¡Llevarte, pie con pie, mano con mano
Por todos los parajes que entreví,
Hasta entrar juntamente al oceano
A donde va todo el amor de aquí!
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Herirme pretendiste, únicamente
Porque yo herí tu corazón también;
Nos hemos engañado mutuamente
Por probar nuestro amor con el desdén:
Gracias, mujer; de nuestra falsa guerra
Triunfantes todos dos salimos ya:
Caiga pues esta máscara por tierra,
Y démonos el ósculo de paz.
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Y si no, si es tu juramento un nombre,
Mi Mora, no te puedo aborrecer;
Mas no es juguete el corazón de un hombre
Del débil corazón de una mujer.
Ama o desdeña tú; mi alma altanera
Tu amor y tu traición olvidaría;
Mas ¡ay! la tuya no: ¡nunca pudiera
Tu conciencia olvidar que fuiste mía!
Bogotá, octubre 31: 1852.
Rafael Pombo