UNA VISITA LARGA
Estaba doña Perra
En víspera de parto,
Y sin covacha en donde
Salir de su cuidado.
En tal apuro acuérdase
De una íntima de antaño,
Perra de muy buen genio
Y dueña de un buen cuarto.
Diole unos tantos besos
Y otros tantos abrazos,
Y haciéndole mil mimos
De orejas y de rabo,
—«Amiga de mi vida,
—Le dijo al fin, ladrando—,
«¡Qué dicha siento en verla
Después de tantos años!
Y está qué buena moza,
Mejor que nunca ha estado;
El tiempo en su hermosura
No deja ningún rastro.
Ya que la encuentro, sepa
Que hoy no me le separo,
Que los buenos amigos
Son el mejor hallazgo.
Si usted no está de prisa
Entremos a su cuarto,
Y cuénteme su vida
Que me interesa tanto...»
En estas y las otras
La dueña se distrajo,
Y sobrevino súbito
El gran conflicto, el parto.
Ella fue comadrona.
Criada y boticario.
Y madrina de todos
Los seis desembuchados.
Ella hizo las expensas
Ella cocinó el caldo,
Y, en fin hallando estrecha
Su casa para tantos.
Dijo a la amiga : «Amiga,
Estamos apretados;
Quédese aquí unos días,
Yo vagaré entretanto».
Pasados quince o veinte
Volvió a pedir su cuarto.
Mas la recién parida
Pidiole un corto plazo.
«¡Comadre generosa,
Prolóngueme su amparo,
Haga el favor completo!
Dentro de veinte, salgo.
Me temo todavía
Coger un resfriado,
Y estas criaturas tiernas
Aún no saben dar paso».
La hospitalaria amiga
Accede a ruego tanto;
Vuelve a los veinte, y la otra
Vuelve al cantar pasado:
«¡Comadre de mi vida,
¡El tiempo está tan malo!
¡Deme otro plazo, el último!
¡Mire!... ¡oiga!... ¡hágase cargo!»
La dueña vio a la postre
Que esto rayaba en chasco,
Y le enseñó el colmillo
Gruñendo: «¡Afuera! ¡vamos!»
¡Ah! ¡quien tal dijo! al punto
La otra se armó de un salto,
Y desplegando al frente
Seis cachorros tamaños,
«¡Échenos el que pueda!»
Ladró con gesto de amo,
Y la infeliz patrona
Marchose rezongando.
Hay pues entre los perros
Anexionistas galgos
Que juegan la de Walker
Al Centro Americano.
Rafael Pombo