DOÑA PÁNFAGA O EL SANALOTODO
(PARA TARTAJOSOS Y OTROS)
Según díceres públicos doña Pánfaga hallábase hidrópica
O pudiera ser víctima de apoplético golpe fatal;
Su exorbitante estómago era el más alarmante espectáculo
Fenómeno volcánico su incesante jadear y bufar.
Sus fámulos y adláteres la apodaban Pantófaga Omnívora
Gastrónoma vorágine que tragaba más bien que comer
Y a veces suplicábanle (ya previendo inminente catástrofe)
«Señora doña Pánfaga, véase el buche, modérese usted».
Ella daba por réplica: «¿A qué vienen sermones y escándalos?
Mi comida es el mínimum requisito en perfecta salud.
Siéntome salubérrima y no quiero volverme un espárrago,
Un cínife ridículo, un sutil zancarrón de avestruz.
»¿Esta panza magnífica la encontráis por ventura estrambótica?
¿Hay pájaros más ágiles? ¿Hay quien marche con tal majestad?
Mi capacidad óptima no consiente un vulgar sustentáculo.
Vuestras zumbas y prédicas son de envidia: ¡En buena hora rabiad!».
Y prosiguió impertérrita la garbosa madama Heliogábalo
A ejércitos de víveres embistiendo con ímpetu audaz,
Hasta que, levantándose de una crápula clásica, opípara,
Sintió cólico y vértigo, y «¡el doctor!» exclamó la voraz.
SALTABANCOS FARÁNDULA, protomédico de ánsares y ánades,
Homeo-alópata-hidrópata-nosomántico cuatri-doctor,
Con cáfila de títulos que constaban en muchos periódicos,
Y autógrafos sin número declarando que él era el mejor;
Gran patólogo ecléctico, fabricante de ungüentos y bálsamos
Que al cántaro octogésimo reintegraban flamante salud,
Tal fue, según la crónica, el llamado por posta o telégrafo
A ver a Pata Pánfaga y salvarla en aquel patatús.
«Iré al punto» respóndele, y durante media hora dedícase
A cubrir con cosmético y cepillo la calva senil,
Pues, aunque vende un líquido que al más calvo lo empluma de súbito,
Nunca es lícito a un médico emplumarse o curarse por sí.
Saltabancos es célibe, doña Pánfaga es viuda y riquísima,
Y en carátula o físico no se cobran hechuras los dos:
Por esto entra en los cálculos del doctor atraparla de cónyuge,
Y antes de verla alíñase con insólita extrema atención.
Al presentarse el pánfilo daba lástima ver a esa prójima,
Pata y poltrona y cámara retemblaban cual buque al vapor
«Señora Excelentísima, él le dijo, aquí estoy a sus órdenes»
«Ay mi doctor Farándula, repuso ella, ¡qué mala estoy yo!»
FARÁNDULA —Sin preámbulos, procedamos a hacer el diagnóstico:
¿Qué siente usted de anómalo, qué de extrínseco a su orden normal?
PÁNFAGA —Diome un síncope y he quedado muy lánguida y trémula,
Tengo la vista túrbida y en el pecho una mole, un volcán.
FARÁNDULA —Entendámonos: ¿a qué causas remotas o próximas
Su actual estado mórbido y aquel síncope debo atribuir?
En análisis técnico lo que usted llama pecho es estómago:
Tal vez hoy en su régimen tuvo usted un ligero desliz.
PÁNFAGA —¿En la bucólica? no doctor, nunca tuve, el más mínimo,
Soy sobria anacorética, con mi mesa ayunara un ratón;
Pero el miércoles último fui a escuchar a la Pata en Sonámbula,
El céfiro estaba húmedo y quizás me ha inflamado el pulmón.
FARÁNDULA —Permítame toco el pulso y consulto el cronómetro..
¡Hum, fiebre de mala índole, grave plétora, crece veloz!
¿A ver la lengua?... ¡Cáspita! nunca he visto más diáfanos síntomas:
¡Tragazón troglodítica, tupa bárbara, hartazgo feroz!
Del colon al esófago, del polo ártico al ínfimo antártico
Cuántas vísceras y órganos la armazón constituyen
Cuanto encierra, hasta el tuétano, su distensa cutícula elástica,
Es un cúmulo omnígeno de indigesta panzada brutal.
PÁNFAGA —¡Abate, pécora! matasanos, gaznápiro empírico
¡Qué con tales andróminas faltas cínico a dama gentil!
FARÁNDULA —Harto pésame, pero tengo que ser muy explícito;
Mi conciencia, mi crédito, mi amistad me lo ordenan así.
Ser, mándanos Hipócrates, confesores, apóstoles, mártires,
Y a la antropófaga Atropos es preciso esta perla arrancar.
Interesante Pánfaga, ¡haga usted testamento, confiésese!
Su situación es crítica y ni a un ganso pudiera engañar.
Mas tengo un específico infalible en extremas análogas
El Nostrum Curapáparos, fruto de años y estudios sin fin,
Quintaesencia de innúmeras, y aún incógnitas, plantas indígenas,
Y de cuantos artículos ha enfrascado jamás botiquín.
De este líquido sólido cada escrúpulo cuesta dos águilas,
Que ante omnia, y en metálico, me hará usted el favor de pagar
Pues óigame el catálogo de los simples que incluyen mi fórmula
Y dígame si a crédito o de bóbilis puédolo dar:—
«Récipe: —Ácido prúsico, asafétida, fósforo, arsénico,
Pólvora, coloquíntida, tragorígano asarabácara,
Cantáridas, nuez vómica, sal catártica, sen, bolo arménico,
Ruipóntigo, opobálsamo, opopónace, alumbre y sandáraca,
»Cañafístula, zábila, ésula, ámbar, sucínico, alúmina,
Eléboro, mandrágora, opio, acónito, lúpulo, argémone,
Cánfora, álcali, gálbano, tártago, ánime, pímpido, albúmina,
Tártaro emético, ínola, ásaro, ísico, láudano, anémone.
»Agáloco, tusílago, ácula, íride, azúmbar, betónica,
Elixir paregórico, yúyuba, éter, almáraco aurícula,
Sarcócola y crisócola con dorónica y flor de verónica,
Ranúnculo, dracúncula, emplasto géminis, guaco sanícula,
»Cal, ácido sulfúrico, zinc, astrágalo, muérdago, etcétera.
Mézclense por hectógramas todas estas sustancias, ad líbitum,
Y en cataplasmas, caústicos, baños, píldoras, cápsulas, glóbulos
Sinapismos, apósitos, polvos, pócimas, gárgaras, clísteres
Bébase, úntese, tráguese, adminístrese, sóbese y friéguese».
«Aquí el método o táctica es similia curantur similibus.
Una atracada cósmica pide un cósmico fármaco atroz.
Un esmético ecfráctico ecoprótico alexipirético,
Calólicon enérgico que no deje decir ¡Santo Dios!
»Señora, oiga el pronóstico: in artículo mortis no hay jácaras:
Pague y trague este antídoto o me marcho a otra parte con él.
¡Está usted a los últimos. ya me olisca su trágico término!
¡Pánfaga, amada Pánfaga!... ¡Oh dolor, oh espectáculo cruel!».
La gálofre, la adéfaga oyó al fin tan patéticas súplicas;
Bebió hectólitros, múcuras; vomitó, se sangró, se purgó;
«¡Étela, —dijo el físico—, ya está fuera de riesgo, qué júbilo!»
Pero... la erró el oráculo: —¡a los cinco minutos murió!
Fueron sus honras fúnebres solemnísimas, largas, espléndidas
Con dobles, kirieléisones, gran sarcófago, séquito real;
Melancólica música la condujo a la umbrosa necrópolis
Y allí, ciegos de lágrimas, le entonaron responso final.
Mil rasgos necrológicos, mil sonetos y párrafos lúgubres,
Mil láminas y pésames dió la prensa en tan triste ocasión
Y hoy, con dolor de estómago, léese aún en su lápida el rótulo:
Yace aqui doña Pánfaga.
¡Véase en este espejito el glotón!
¿Qué fue de Saltabancos?... El mundo está lleno de pájaros tales,
¡Y de gansos que dellos se fían!
Apóstoles, Mesías, abolicionistas de todos lo males,
Que con migas de pan o disfraz para drogas triviales
Alborotan, deslumbran, enganchan... y el bolsillo vacían.
Con arduo estudio, con carísima diaria experiencia
Logra un mortal darse cuenta de sí,
Porque iguales no hay dos en complexión, salud ni dolencia:
¿Y uno que nunca me ha visto en su perra existencia
Me curará de un mal que jamás me expliqué ni entendí?
Más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.
Remedio para todos a nadie cura.
Esa cura es la locura, que no hace bien ni mal, o envena.
Cada cual lleva en sí mismo su Hipócrates, su Avicena:
¡LA NATURA!
La Natura y la Moral son dos maestras socias y hermanas,
Como hijas de un mismo Dios que a cada instante anuncian y prueban,
Ellas nos aconsejan; ellas premian, castigan, reprueban;
Y ellas también curan o alivian las dolencias humanas.
TRABAJO, SOBRIEDAD, ORDEN, RÉGIMEN, CONCIENCIA TRANQUILA,
CLIMA, EJERCICIO, ASEO, AIRE PURO, fragancia de Dios;
AGUA, vino del cielo, que el limpio éter acendra y destila:
He aquí el SANALOTODO, el eterno e infalible doctor.
Rafael Pombo