ERCIRA
Cuando al extremo de un sofá sentado,
Tú como un niño a mi través tendida,
Por mis brazos tu cuerpo circundado,
Me embelesaba viéndote dormida;
Viendo dormido entre tus labios rojos
El último «yo te amo» que dijeron,
Y dormido en la sombra de tos ojos
El beso que a mis labios le pidieron;
Cuando henchido de fe, pura y sincera,
En Dios y en ti mi corazón ardía,
Y el más dichoso de los hombres era,
Sí, porque el más dichoso me creía;
Cuando al umbral del cielo esplendoroso
Que a mi ambición la juventud brindaba,
Satisfecho de ti, de ti orgulloso,
Por ti el resto del mundo despreciaba.
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* *
En el delirio sumo de la pasión triunfante
Notaste que una sombra cruzó por mi semblante,
Notaste que una lágrima mis párpados colmó;
Y con aquel acento que reconviene y llora,
Vibrando una mirada confusa, indagadora,
Dijísteme: «¿no te hago bien venturoso yo?»
¡Ah, sí, bien venturoso! acaso demasiado:
Cuando llegué a tus brazos habíaseme olvidado
Que atrás de los sentidos yo tengo corazón.
Yo te pedí placeres, felicidad me diste:
Aquéllos son alegres, a veces ésta es triste;
Aquél es egoísta, pero la dicha no.
Rafael Pombo