PAULA
(Fragmento de Gracia).
Reina de aquel diminutivo imperio
Era la hermosa y arrogante Paula,
Hija del sol de la inflamada zona,
Ardiente cual la tierra de las palmas.
Rafael en sus éxtasis divinos
Sus opulentas formas evitara:
Manos nacidas a pintar madonas
No la pudieran retratar... temblaran.
Más bien a ti, Murillo delicioso,
Arrebatar con ella te tocaba,
En doble excitación de hombre y artista,
Doble lauro triunfal de amor y fama.
Que Paula no era la encantada luna,
Hermana melancólica del alma.
Sino el sol del sentido, que en su mundo
Al otro sol el fuego disputaba.
Bella como el arcángel favorito
En la hora fatal de su desgracia,
Con reflejos de Dios sobre la frente
Y rayos del abismo en la mirada.
No era la fada misteriosa y linda
Que el niño sueña y los poetas cantan,
Sino la del deleite, obra maestra,
Mujer—mujer, esencia de su raza.
Eva salió de Dios como una pura
Encarnación de su mirada santa;
Mas retocó Luzbel la obra divina,
Y retocada por Luzbel fue Paula.
Su crespa, serpeante cabellera,
Eléctrico raudal de negras llamas.
Húmeda en la mañana, ondeando al viento,
Veda entrever la repartida espalda.
Ojos y cejas, requemados hornos,
Infiernos de pasión si celan o aman;
Titilante nariz que infla el deleite,
Boca que morderá si un beso estampa.
Facciones todas que a expresar se hicieron
Su alma impetuosa, franca y entusiasta;
Y una ambarina tez, pálida a veces,
Que el volcán interior lúcida inflama.
Firme el cuello, alto el hombro, seno túrgido
Do amor torneó su espléndida almohada;
Breve cintura, y pie como el gatillo
Con que la tentación tumba su trampa.
Cuerpo gentil que se requiebra él sólo,
Con garbo en cada movimiento, y gracia;
Y un cimbrador andar, único suyo.
Que el corazón golosinado arrastra.
Gran sensibilidad, mas no de aquella
Tan exquisita como intensa y vasta
Ministra del espíritu, que sube
Del polvo al cielo, y dondequier lo inflama.
Sacerdotisa en ritos del sentido.
Si la veis al beber, o cuando el aura
Aspira de una flor, cerrad los ojos,
No sea que traidora os beba el alma.
¡Qué bien maneja el transparente escote,
El suelto rizo, el chai que se resbala!
¿Quién, descubriendo un sesgo piececillo,
Se acierta a distraer con gracia tanta?
Si la vierais nadando entenderíais
Por qué Venus brotó de entre las aguas;
Y en su albo palafrén... ni hay que decirlo,
Pues la indiestra en montar no es mi paisana.
Nadie danza mejor; mas pierde a veces
Compás y discreción quien la acompaña;
Y si al cantar los ángeles la oyeran,
Acaso, con ser ángeles, pecaran.
Si el que tienta no intenta, y si del cielo
Viene ángel tentador, ángel es Paula;
Pero así, sin quererlo ni advertirlo,
Se hace inocentemente algo malvada.
¡Aquí la tienes, corazón protervo,
Que ves tu perdición y allá te lanzas!
Aquí la tienes, loca mariposa,
Que la llama al sentir, buscas la llama.
Vano rey del espíritu que niegas
Esa diadema a la beldad tu hermana,
Ven y sufre el retorno: al lado suyo
La orguUosa razón siempre es esclava.
Yo... no me entusiasmara hasta el extremo
De maridar tan enconosa estatua,
Pues de las veinticuatro horas del día
Las veintitrés y media me sobraban.
Pero es hembra de lujo, y si un Thorwaldsen
La Roma de Nerón simbolizara,
Ya quisiera por tipo esta cachorra,
Magnífico ejemplar de bestia humana.
Hermoso emblema de su patria inculta,
En formas, rica; en corazón, volcánica,
Do atosigado duerme el pensamiento
Al hervor de la física pujanza.
Y tal es la rival de mi poética,
Noble, ideal, contemplativa Gracia:
Fuego y luz, cuerpo y alma, leona y tórtola
Que luchan por Adriano, ídolo de ambas.
1856.
Rafael Pombo