ADÁN
De pronto, el barro fue vivificado
y Adán sintió fluirle dulcemente
un agua limpia, juvenil, caliente,
como el arroyo que miró a su lado.
Era la sangre ya. Y, entusiasmado,
los brazos levantó, puro, inocente:
sintió fluir el aire suavemente,
igual que el árbol fresco y delicado.
Y fue a volar como la rama alada,
como el ave feliz de grácil vuelo,
mas vio la tierra contra el pie pegada,
que le tiraba de su cuerpo el suelo,
y echose en él, con la ilusión tronchada,
mientras miraba pensativo al cielo.
Rafael Morales