A UN TORO VIEJO
Tanto valiente amor tuviste preso
en el testuz tenaz y atormentado,
que me aflige el pensar que lo has trocado
en llanto y en dolor y en grave peso.
Tú naciste huracán de plomo espeso,
ardentísima luz, aire angustiado,
y la noche del tiempo ya ha empezado
a crecerte en la carne y en el hueso.
Doblarás tu cabeza, ya vencida,
tus nobles huesos quedarán desiertos
y en seca flor tu sangre convertida.
Y unos aires oscuros, largos, yertos
empujarán tu corazón sin vida
al misterioso túnel de los muertos.
Rafael Morales