La demasía
de asentir,
el fasto de asir no reteniendo
como manos que olvidan,
el discurso humilde,
el del alma a punto
—temblorosos
sucesos—
nos labran,
nos erigen
nos deshacen
para de nuevo levantarnos
más firmes
a pesar de recaídas,
extravíos,
distracciones,
los usuales desvíos que tú
supiste eludir
con férrea suavidad,
desmesurado obrero.
Rafael Cadenas