Hoy los poetas
sólo pueden ser
irónicos.
Subafirmaciones,
contrastes,
paradojas
los delatan.
Eran diferentes
los antiguos.
Tenían de su parte
un dios
o una diosa
cuando no perdían su favor
siempre incierto.
Repetían:
aere perennius.
¡Cuánto orgullo!
Nada
previeron.
Ahora
se encuentran con la orden
de tierra arrasada
(que se cumple
puntualmente),
el viejo recomenzar
y una hoja
en blanco.
Rafael Cadenas