LÍVIDA LUZ
No puedo hablar sino de lo que sé.
Como Tomás tengo la mano hundida
en una llaga. Y duele en el otro y en mí.
¡Ah, qué sudor helado de agonía!
¡Qué convulsión de asco!
No, no quiero consuelo, ni olvido, ni esperanza.
Quiero valor para permanecer,
para no traicionar lo nuestro: el día
presente y esta luz con que se mira entero.
Rosario Castellanos