Yo seguiré cantando. Tú habrás muerto.
Habré yo muerto y seguiré cantando.
Ha de sonar mi voz de vida, cuando
la muerte en celo me haya descubierto.
Como surgidas del sepulcro abierto,
mis palabras; en ellas, abrasando,
irá este amor, hoy pasajero y blando;
entonces ya, definitivo y cierto.
Y nosotros, ya entonces, ni siquiera
huesos ni polvo ni recuerdo, juntos
estaremos. Es triste nuestra vida.
Sólo mi voz hará la primavera
que quisimos; los cálices difuntos
que arderán con tu nombre y su medida.
Rubén Bonifaz Nuño