IV
LO INEVITABLE
«¿Tendrás valor?,» —pregunta al joven el anciano—.
En el desierto toda comida amarga;
todo camino es duro; toda hora de penas.
—Como el árbol, erguido, veré la racha.
—¿Tendrás valor, mancebo? Para el hombre en éxilio
toda diestra de prójima se torna en garra.
El odio, la calumnia te zuzarán sus perros.
—La alquilona traílla no muerde, ladra.
—¿Y cuándo entre las brumas del tiempo y del espíritu
recuerdas tus azules bellas montañas;
tu madre; tus hermanos, tus mejores amigos?
—Entornando los ojos veré mi patria.
—Cuando en noches de luna, amorosas parejas
mires, que dan al viento risas y charlas,
tu corazón de amante, ¿quedará indiferente?
¿no lanzará un suspiro, no dirá nada?
¿No evocará el recuerdo de unos divinos ojos
y de una cabellera longa y castaña?
El mozo no responde. Sus pupilas se nublan.
—Vete, —le dice el viejo—. Ya conoces las lágrimas.
Rufino Blanco Fombona