NI CRUDO NI COCIDO
Como quien hurga en un brasero apagado.
Como quien remueve los carbones y recuerda.
La Tempestad de Shakespeare, pero una lluvia sin fin.
Como quien observa un brasero que exhala gases tóxicos
en una gran habitación vacía.
Aunque tal vez la grandeza de la habitación
resida en la edad del observador.
En todo caso: vacía, oscura, el suelo desigual,
con cortinas donde no deberían,
y muy pocos muebles.
Como quien mueve las brasas
y aspira a todo pulmón
el aire criminal de la infancia.
Como quien se acuclilla y piensa.
Como quien remueve el carbón
bajo La Tempestad de Shakespeare que golpea las calaminas.
Como el carbón que exhala gases.
Como las brasas deshojadas como una cebolla
bajo la batuta del detective latinoamericano.
Aunque tal vez todos estemos locos
y nunca haya habido un crimen.
Como quien camina de la mano
de un maníaco depresivo.
Escuchando a la lluvia batir
los bosques, los caminos.
Como quien respira junto al brasero
y su mente remueve las brasas
una a una.
Como quien se vuelve a mirar a alguien
por última vez
y no lo ve.
Como las brasas que arden
mientras Ariel y Calibán
sostienen la soledad del muro del oeste.
Acuclillados uno frente al otro.
Como quien busca su rostro
en el corazón de la cebolla.
Hurgando, hurgando
pese al frío y los gases:
un abrigo de fantasía.
Como quien remueve el brasero apagado
con la batuta de un detective
inexistente.
Y La Tempestad de Shakespeare
no aminora en esta isla maldita.
Ah, como quien remueve las brasas
y aspira a todo pulmón.
Roberto Bolaño