El otoño en Gerona: la Escuela de Bellas Artes, la plaza de los
cines, el índice de desempleo en Cataluña, tres meses de
permiso para residir en España, los peces en el Oñar
(¿carpas?), la invisibilidad, el autor que contempla las luces
de la ciudad y por encima de estas una franja de humo gris sobre la
noche azul metálico, y al fondo las siluetas de las montañas.
Palabras de un amigo refiriéndose a su compañera con la cual vive desde hace siete años: «es mi patrona».
No tiene sentido escribir poesía, los viejos hablan de una nueva
guerra y a veces vuelve el sueño recurrente: autor escribiendo
en habitación en penumbras; a lo lejos, rumor de pandillas
rivales luchando por un supermercado; hileras de automóviles que nunca volverán a rodar.
La desconocida, pese a todo, me sonríe, aparta los otoños
y se sienta a mi lado. Cuando espero gritos o una escena, sólo pregunta por qué me pongo así.
¿Por qué me pongo así?
La pantalla se vuelve blanca como un complot.
Roberto Bolaño