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LOS DESPEDIDOS
Tarde afilada y seca
corta como un cuchillo.
¡Unidad de mi alma!
En un siempre se hinca:
el tiempo que era un siempre,
partido: ayer, mañana.
Y aquella sombra sola,
única, por la arena,
truncada en dos: tú y yo.
Secos rasgos, los vientos
firman sentencias últimas
de setiembre, destinos.
Aquí el tuyo, allí el mío.
Adioses, sin adiós,
ni pañuelo. El acero
del otoño la vida
nos parte en dos mitades.
La vida
toda entera, dorada,
redonda, allí colgando
en la rama de agosto
donde tú la cogiste.
Pedro Salinas, 1929