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EL COLOQUIO MARAVILLADO

PELLEAS.

Iba yo por la senda, tú venías por ella,
mi amor cayó en tus brazos, tu amor tembló en los míos.
Desde entonces mi cielo de noche tuvo estrellas
y para recogerlas se hizo tu vida un río.
Para ti cada roca que tocarán mis manos
ha de ser manantial, aroma, fruta y flor.

MELISANDA.

Para ti cada espiga debe apretar su grano
y en cada espiga debe desgranarse mi amor.

PELLEAS.

Me impedirás, en cambio, que yo mire la senda
cuando llegue la muerte para dejarla trunca.

MELISANDA.

Te cubrirán mis ojos como una doble venda.

PELLEAS.

Me hablarás de un camino que no termine nunca.
La música que escondo para encantarse huye
lejos de la canción que borbota y resalta:
como una vía láctea desde mi pecho fluye.

MELISANDA.

En tus brazos se enredan las estrellas más altas.
Tengo miedo. Perdóname por no haber llegado antes.

PELLEAS.

Una sonrisa tuya borra todo un pasado:
guarden tus labios dulces lo que ya está distante.

MELISANDA.

En un beso sabrás todo lo que he callado.

PELLEAS.

Tal vez no sepa entonces conocer tu caricia,
porque en las venas mías tu ser se habrá fundido.

MELISANDA.

Cuando yo muerda un fruto tú sabrás su delicia.

PELLEAS.

Cuando cierres los ojos me quedaré dormido.

autógrafo

Pablo Neruda, 1923


«Crepusculario» (1923)  
Pelleas y Melisanda


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