NOCHE DE PERROS
a Fernando García-Ramos y Fernández del Castillo
No dijeron ni pío.
Vinieron sobre rieles.
Sus cejas eran cargos
contra la luz de nuestros ojos.
Y se subió a los áticos el miedo.
Todo cuanto tocaban
caía malherido.
Hallar, no hallaron nada.
Digo, no; sí encontraron
el cuerpo del delito:
la ventana abierta de las ideas
con su porción de lumbre, sal y agua.
Era bastante
y se acabó el carbón.
El hacha de la paz aún sigue en alto
y sin nacer el trigo.
Pedro García Cabrera