SANTA ÚRSULA
Toma de prisa el camino,
vámonos a Santa Úrsula,
que quiero ver como viven
las palmeras en república.
Son palmeras populares
sin más tradición ni alcurnia
que no doblegarse al viento
ni tener letra menuda.
De las raíces les nace
tal rectitud de conducta
estallando en una verde
estrella de pulso y púa.
Por eso son sus escobas
unos discos que modulan
los rumores de las nanas
que dieron aire a su cuna.
Viven en familia, solas
se acuestan, solas aúpan
sus dátiles y sus pencas,
sin pedir a nadie ayuda.
Nacen y mueren de pie,
admiran y no preguntan,
y aun cuando son soledades
su pensamiento es azúcar.
Visten siempre de domingo,
no pierden su empaque nunca,
y tan femeninas son
que sólo tienen cintura.
Cada palmera es un voto
de tierra que sufre y lucha
para dar a las semillas
la libertad de la lluvia.
Jamás su tenor disfrazan
y tan fieles se dibujan
que mires de donde mires
ves siempre su misma rúbrica
de notarios que dan fe
de su genio y su figura.
El mástil de la esperanza
a cada hogar lo vinculan
arriando sorbos de sombra
al nivel de la ternura.
Y cada una es un brazo
que dama al cielo y que pugna
por arrancar de los labios
el drama de la cicuta.
Toma de prisa el camino,
vámonos de Santa Úrsula,
que esta sed de las palmeras
me duele como una fusta.
Pero antes mirad las luces
que las mantienen y encumbran:
es la voz de un manantial
que en sus copas se refugia.
Pedro García Cabrera