ALONDRA DEL LLANTO DE GOLONDRINA
A Mme. y M. Frenette
Porque volar no podía,
a la orillita del mar
lloraba una golondrina.
Tenía una pata rota
y el ala derecha herida.
De madrugada partieron
todas sus demás amigas
y ella se quedó en la playa
sin navegar la alta brisa,
hongo de la soledad
crucificado de espinas.
Le están doliendo en las alas
las azules lejanías,
las frescas islas del mar
y las montañas nativas.
Ya nunca volverá a ver
el campanil de la ermita,
las cataratas del Nilo
ni las ciudades de arcilla.
Adiós, los cálidos nidos
en los muslos de las vigas.
Adiós, arena del mar
y aires verdes de las islas.
Ya arrastraré para siempre
mi oscura flor de marisma,
mi dolor de vuelos rotos,
picoteando vigilias,
y los negros tulipanes
abiertos de mi agonía.
Además, vendrá el otoño
espoleando la prisa.
El otoño, con sus manos
pianísimamente frías,
con telarañas de niebla
y lágrimas amarillas.
¡Y tendré la pata rota
y el ala derecha herida!
Así, a la orilla del mar,
lloraba una golondrina.
Pedro García Cabrera