PRIMER SUEÑO
MODÚLASE LA FUERZA INSTINTIVA DEL AMOR
En tus nardos blanquea mi reposo
y la noche se enreda en mis pestañas.
Un oscuro silencio de ebonita
—(Oigo abrirse una puerta lentamente
y alguien sale de mí que se aproxima
a esa tierra de nadie donde todo
matiza el arrabal de su sentido)—
me duerme a pierna suelta corredores,
sótanos de castillos enjaulados
y túneles que bordan, río a ciegas,
el caracol maduro de lo incierto.
¿Qué piensan estas sombras? ¿Qué escenario
—cenáculo, de paz, casa de olvido,
anestesia de un orbe de inquietudes—
ocultan tus dormidas bambalinas,
súbitamente biombos animados?
¿Qué mano es ésta que de pronto nace
por detrás de una nuca irrevelada
y bulle en los ancones de mi pecho
dedos de miel y pájaros heridos?
¿Qué aliento poderoso es esta llama
que hace de mi tamaño una sonrisa?
¿Quién embriaga estos labios que modulan
el silbo de coral de cada vena?
¿Quién amanece en esa tina clara
que abrillanta el espejo de las fuentes?
¿A qué esa larga cola de azahares
con que el agua nupcial corre gozosa
antes de hundir su brazo de murmullos
en el tálamo azul del océano?
¿Qué himno de esperanzas se avecina
para eclotar los troncos hojas verdes
como lenguas dispuestas al idilio?
¿Quién liberó estas fuerzas de mi yugo
para que se levanten de sí mismas
hurtándose a mi voz y respirando
sólo la servidumbre de sus alas,
ellas solas, purísimas, insomnes,
cual guijarros irguiéndose del fondo
de la inconsciencia húmeda de un lago?
Como en una intemperie de alusiones,
con perfiles de aliento y nebulosa,
se soslayan sus cuencos esfumados
e, implumes todavía, corporizan
un perfume, una esencia, una mirada,
insinuándose apenas en su quicio.
Son hormas de los signos del lenguaje
con que se hablan fervores
desde un foso de floras y de faunas.
Son figuras de pasos en alfombras,
almendros de expresión sin ornamentos,
las raíces descalzas de un zodiaco
que muestran los prodromos de la vida
como en los taconeos de las danzas
los pómulos de rostros primitivos.
Y tú, piedra; tú, esquina; tú, ventana,
¿qué esmalte de ilusión habéis libado
para tener la tez de una muñeca?
¿Dónde están las clavijas que os tensan
esa alegre mejilla de tambor?
¿Habéis soñado acaso con que un seno
os henchía en melódica oleada?
¿Cómo habéis heredado tanto lujo
hasta ayer en ascética pobreza?
¿Se ha ceñido el corpiño de la aurora
a vuestro despertar esta mañana?
¿Cómo tenéis la luz que los insectos
derraman en la noche de sus bodas?
¿Le habéis robado al aire que os palpa
la imagen de sus márgenes desnudas?
¿Por qué el grano de arena de ese germen
cree tocar el cielo con la mano?
Y tú, violeta, flor que en mí te ahondas,
¿qué escuchas en tu celda de colores
con las mullidas savias que te aúpan
hasta la plenitud de tu belleza?
¿Qué beso de interiores terciopelos
ha abierto en tu corola su sombrilla?
¿Qué sueño transparente te ha vestido
con esa juventud que te desnuda
hasta dejar tu forma en pleno vuelo?
¿Qué vena oculta, qué mensaje oscuro
has captado en el cáliz de ti misma
que te desborda sin salir de ti?
¿Es qué celebras hoy tu cumpleaños
envuelta en el quimono de tus brillos?
¿Es qué vas a romperte en mil pedazos
y antes quieres subirte a tus aromas
en un martirologio de hermosura?
¿Te ha dado un ruiseñor los buenos días
o te ha llamado un caracol hermosa?
El volumen del mundo se ha aumentado
con este alojamiento de energía,
suelto el cabello, la sonrisa en alto,
bacante enajenada que desata
el vendaval de arrullos de las selvas,
que conmueve las yemas de las rocas
y desvela los ojos de los puentes
y bate el corazón de las ciudades,
cuyos semblantes son ondas táctiles
de una ancestral llamada de armonía,
convocatoria para el ciclo nuevo
de un júbilo en volandas renacido
que se transmite en ciegos radiogramas
a través del trinar de cada cosa.
Llámase así, escorpión, esa pulsera
abierta a los paseos de la luna?
¿No te habrán, ave lira, equivocado
con tu antena emisora de arcoíris?
¿Te dicen gallo a ti, cresta del alba,
despertador del beso y de la ojera?
Por tu silbo y tu cruz, pájaro en vuelo,
¿se aludirá bajo tu nombre que eres
sismógrafo de amor y de anilinas
inscrito en el diamante de la altura?
¿Pero qué caramillo va cantando
esta fiesta de vinos gozadores
por el fuego, la mar y la montaña?
¿Qué detiene a ese rudo marinero
ante la rosa abierta del camino,
entablándose un diálogo latente
entre la flor que cree ser pupila
y la pupila que se siente rosa?
¿Y por qué ese silencio transfigura
la gota de rocío en una lágrima
y la lágrima en gota de rocío?
Se alejará el marino, mas la rosa
sentirá los ovarios fecundados
como por un rumor de mar ausente
y en el azul el arpa de una vela
se ceñirá a unos ojos que sonríen
con el más bello rol de movimientos.
Todo es palpitación y muelle arranque.
De lo concreto, en los cabales odres,
se fermentan los pulsos de lo abstracto
con un latir de anís, menta y canela.
Las mismas sombras que del sueño nacen
tienen como un recuerdo de saberse
inundación de negras cabelleras
sobre la piel de una mujer desnuda.
Y una gran sensación flordelisada
prelúdiase en un prisma de alegría.
Pedro García Cabrera