XXVIII
Es dura esta esperanza de que al verte
segúirás siendo ausencia. Para entonces
retornaré a buscar en la penumbra
la que ahora refluyes del silencio.
Te alzarás desde el fondo de mis ojos
en un esbelto surtidor de nardos;
tendrás un corolario de promesas
y un silogismo de cristal de roca;
pasarás por el arco de ti misma
oyéndote reír a ruiseñores;
pero siempre serás la resonancia
de un dédalo de sombras casi vivas,
de un artesiano pozo de ternura,
bajo la llave echada de mi cuerpo.
Y acaso habrán de ser mis propias alas
—blancas de introspectivas evasiones—
las que ya, por los siglos de tus hombros,
se hayan de florecer en los almendros
de todas las futuras primaveras.
7 de febrero de 1944
Pedro García Cabrera