XXV
Arde ahora en su lámpara el recuerdo.
En la frágil blancura de la llama
se me ponen de pie nardos y armiños,
copos de nieve y hojas de ternura.
Oigo transparentarse los confines
de tu voz, y tus manos, y tu gesto,
y aún el caracol de la nostalgia
en el aire parado de la ausencia.
Me afirmaba el vacío. Me poblaban
la auroral desnudez de los mosaicos,
la forma de tu lira abandonada,
la conciencia de mármol del silencio,
todo el mate blancor de soledades
que el lago azul de la distancia hiela.
Pero aunque sólo nadie esté conmigo,
¡es tan alegre ver caer la nieve!
4 de julio de 1943
Pedro García Cabrera