II
Me incorporé en la voz de un aire vago
y abrí, de par en par, sueños, cristales,
puertas, venas y márgenes oscuras.
(La hora, con neblina, y el momento,
perdido en un espacio de nostalgia).
Me hablaba desde un ámbito de nadie.
Tan sólo yo y mi sombra, pensativos,
rodábamos la bola de la ausencia
por la rampa sin eco de la nieve.
Y al retornar con mi silencio a cuestas
fui dejando entreabierta en mis umbrales
la mitad de mi sombra, por si acaso
quisiera el sueño vivo de mi cuerpo
huirse de sus valles interiores.
Pedro García Cabrera