I
Por largos corredores extasiados,
por abiertos silencios y escaleras
de caracol girando sin destino,
doy con la frente de aire de la ausencia
en el dormido rostro de un espejo.
Se destensa el cristal viendo mis sienes
y equilibra, en su fondo, agua que piensa
en la azogada infancia de los ríos.
Y su amarra soltando transparente,
en baja voz, con húmeda palabra,
desangrado de todo movimiento,
más objetivo que una corza herida,
transcurre por los ojos de mis puentes
como la vena líquida del tiempo.
Pedro García Cabrera