GRANITOS DE ARENA
XXXVII
Pero también hay brazos que sonríen
allá, por tus nidales de hojas verdes,
palpitándote frescas esmeraldas
en el yunque emotivo de las sienes.
No es todo en ti vibrante lejanía
ni parva arrebatada con tus mieses,
que gráciles neuronas de ternura
agitan abanicos en tu frente.
Sus velas de molinos oficiantes
harinan el calor de tus ponientes,
abren a la esperanza ventanales
y las arenas del desierto muelen.
Es el fuego, la sal y el agua dulce
que a la violencia circundante ofrece
el salvaje mesón de los oasis,
recóndito en la taza de su fuente.
Y sus manos se alargan y acarician,
siempre joviales, sonrieñdo siempre,
clavando la bandera de su bosque
en las raíces de tu sed perenne.
Tú también, como yo, en la lejanía,
ante un ala de raso te conmueves.
Pedro García Cabrera