GRANITOS DE ARENA
XXXIV
Al pie de los regatos de las horas
vivaquean tus soles de magnesio
y saltan a mis huecas soledades
retorciendo serpientes y sarmientos.
Una brizna de acíbar fue bastante
para agostar mis pámpanos risueños
y calzar mis planicies interiores
en la tórrida horma de tu fuego.
Mi sien es vibración de tus hogueras
y tu hoguera de sed, mi desaliento.
Y por ti se levantan mis mañanas
y por mí merodean tus camellos.
Vamos del uno al otro mutuamente
trasegando el recíproco deseo
de amanecer un día en los armiños
que desnudan un témpano de hielo.
Y en mi hamaca se tiende tu indolencia
y en tu espera se anula mi tormento.
Y somos dos pisadas superpuestas
en la cinta de un único sendero.
Pedro García Cabrera