GRANITOS DE ARENA
XXV
En el rostro sañudo del desierto
los oasis son grandes esmeraldas
que engarzaron su bosque de fulgores
en el anillo de un zodiaco en llamas.
Atavismo racial con que la piedra
solemniza los verdes que en su infancia
tremolaron erguidos horizontes
sobre las horas de pechera blanca.
Reflejo que otros tiempos enquistaron
en la gruta sensible de tus ramas,
bien con estalactitas rumorosas,
bien con estalagmitas de las algas.
Y así la traición de tu ternura
eterniza remotas resonancias
de tierras que jugaron a ser mares
y mares que jugaron a ser playas.
Y son islas que emergen de la sed,
al viento la melena desplegada,
clavando los lunares de la vida
sobre el lomo mortal del panorama.
Panorama que encierra en su agonía
un verde resonar de campanadas.
Pedro García Cabrera