GITANO ARDIENDO EN SU LEY
En la celda más oscura
destaca el gitano enfermo.
Toda la noche pasada
la ha rebasado pidiendo
entrañas de grajo blanco,
miel de flores de romero
y un trébol de cinco hojas
que ocultaba en el chambergo.
Gitano de buena ley,
gitano mondo y derecho,
que le robaría al alba
su diadema de luceros.
En su manta de colores
moldeaba un camafeo.
Sonaba a bronce su rostro
y su perfil aguileño.
Y tenía en la mirada
un negro polo magnético
que atraía con sus luces
las pestañas de lo ajeno.
La guerra fue para él
una zambra de embeleso:
¡tres años sin que la Guardia
Civil charolara el pueblo!
Los cortijos y majadas
todos los días lo vieron,
en un caballo arrogante,
cortar las crines del viento.
Caballo que persiguiera
en otros tejanos tiempos,
la ralea de los suyos
por trochas y vericuetos.
Cuán dulce clavar la espuela
en los ijares soberbios
que hacían volar tricornios
tras de un ayer de jamelgos.
Qué emoción la de empuñar
aquellas bridas de cuero
con una G y una C
graznando y casi gimiendo.
Era majo y receloso
como un picacho en deshielo.
Por una moza de sangre
se jugaría el pellejo.
Pero que no le mentasen
el derramar de un tintero
ni la herradura de un martes
ni el músculo de un culebro.
Se cansaría su faca
de herir a diestro y siniestro.
El corazón de los trigos,
la Biblia y el Evangelio.
En la celda más sombría
sigue el gitanillo enfermo
con los ojos escalfados
de flores de invernadero.
Y está volviendo a pedir
miel de flores de romero,
entrañas de grajo blanco
y las alas de un murciélago.
Con estos tres ingredientes
y un conjuro de hechicero
dicho tres veces seguidas
quedaría sano y bueno.
Pero con una excepción:
que el trece no salga al ruedo.
Pedro García Cabrera