ALFOMBRA MÁGICA
Por la madrugada arriba
el pasillo está durmiendo.
La blanca estrella del frío
profundiza bajo el techo
tal hondura de algodones
que la noche suena a hueco.
Todo es un charco mental
clarificado de cieno
que se anega del reposo
en el pensativo espectro.
Y es una pista sin nudos
y de homenajes angélicos
donde se escucha flotar
la mano inmóvil del tiempo.
En este clima inefable,
calmo nirvana sin sexo,
se ausentan las sulfataras
que amarillean infiernos,
el aguijón de la espina
y las muecas del veneno.
Han de venir de las calles
transeúntes del incendio
alertas de centinelas
y fusiles al acecho
que alarmen rayos de luna
sobre un remanso de presos.
Han de llegar desde afuera
los lívidos centelleos
de un resquemor de zarzales
con espolones siniestros,
de cuchillas afilando
rencores siempre despiertos,
la furia de los sayones
y las cruces del desprecio.
Han de llegar. Pero ahora
el pasillo está durmiendo
con un sueño de cautivos
derramado por el suelo.
En un corredor igual
y en avatares idénticos
el manso pan de los mitos
debe tender en su adentro
la fuente azul de la carne
y el vino de los misterios.
Han de llegar. Pero ahora
sigue el pasillo durmiendo.
Contra el mal de la zozobra
es la noche un amuleto.
Pedro García Cabrera