TRACA DE DEFORMACIONES
Pero yo no seré
el arco que despuebla los armiños del arpa que te pulsa.
Será alguna de las posibilidades caleidoscópicas
que me habitan la cabaña del riesgo,
la que en el umbral de tu bienvenida
suplantará esta verdad completa que hoy me afirma.
No sé cual de los mil y un rostros adoptará mi natural espejo.
Acaso, a oscuras en la niebla de mis ojos,
oiré cómo la luz patina
tus blanquísimos óxidos de huellas insepultas
por esas avenidas que zarpan de tu cuello
a rumorosos cantiles satinados.
Acaso veré, sumergido en algodones el mundo,
que el silbo de una flecha ensarta el trino de un pájaro.
O que será mi boca la heredera de mi brazo perdido
cuando hagan girar mis dientes conmutadores eléctricos.
O que la espina dorsal reptee una díscola S embriagada,
incapaz de concebir un idilio de vidas paralelas.
O que blasfeme el residuo de una margarita de combatientes
a quien se preguntó con un si...no de miembros destrozados
el éxito de la conquista de un olmo.
Y retrocederán las cepas más y más sus remolinos de nudos.
Y tus despavoridos gritos en haga viva se asomarán a los balcones
pidiendo socorro a mares, a vientos, a montañas
y a niños que no hayan aún estrenado la tragedia de su carne
al ver la duela de mi cuerpo impostora del tonel de mi cuerpo,
la tubería rota de mis venas del árbol exultante de mis venas,
el brusco laberinto de mis nervios del sedante vaivén que los engolfa,
la rueda, de la fresa; la risa, del sepulcro; el amor, del bombardeo
y la ira de un papel de fumar, de un adiós asesinado por lágrimas.
Todo estará cifrado en claves de agudísimas espinas.
Y hablaremos a un cielo único con palabras distintas.
Y chirriarán sentimientos inarmónicos el frote de las ideas.
Y yo seré siempre la blasfemia corporal de tu lira de néctares.
Y no pudiendo ser los mismos
no se conjugará tu tiempo de rosa
con la ruina de mi pronombre personal.
Y es que la guerra seguirá anidando en el corazón de la paz
y todos tus latidos no podrán abatir la presencia de mis nieves,
mis inasaltables trincheras interiores
a pesar de cubrirlas mis olivos y zurearlas tus palomas.
Pedro García Cabrera