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Un delirio de órbitas y fusas
te amotina el huir de los cabellos.
Te alborota los labios desangrados.
Te descuelga los hombros. Te deshace
los yesos de los huesos. Te deslinda
los cuencos de las manos. Te violenta
tus anchas teorías de columpios,
como si por tus pliegues transitase
un alud boreal de porcelana.
Pedro García Cabrera