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Rompió la noche el freno
y se salió del mundo.
Sólo, el aire a los labios:
colectivo desdén de lo selecto.
Las montañas se alejan
—adiós, adiós—
por simas de vacíos.
Los silencios se asoman
—duérmanse ya, chiquitos—
a ventanas sin fondo ni paisajes.
Fuga la piedra su cordial fijeza.
Ceden las olas, los valles, los minutos.
Lo ausente es más ausente
que a mis ojos los ojos.
Yo estoy dentro de nadie.
Pedro García Cabrera