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Fugado de algún témpano de hielo
desniveló silencios
y lejanías de aguas.
Avalancha sin meta,
todo el ámbito es cuerpo —cuerpo tuyo—,
sin recordar talón de frío y hielo.
Soltándote y queriéndote asirte,
violas trenes y velas.
Y te trasmites, sin destino,
ignorándote, telegrama demente,
saltando a piola cordilleras vivas,
hasta caer —rendidos los tendones—
en el parado techo de los mares.
Pedro García Cabrera