RELÁMPAGOS
Una culebra de fuego zigzaguea en las alturas.
Corre haciendo travesuras,
lanza chipas al vacío,
y rasga el cielo sombrío.
Se arrastra por el espacio con grande velocidad
y va dejando caer, por entre la inmensidad,
una lluvia de luceros,
con sus cabellos severos.
Son espadas encendidas que brillan en las tinieblas
y asesinan sombras tétricas,
asustando a las estrellas
y manchan la luna llena.
¿Dónde lanzarán sus dardos?
Porque, aunque parecen astros,
rasgan la tierra y el mar
y su rotundo compás
estremece los rosales,
hace temblar los pinares
y deja un beso maldito,
acompañado de un grito,
que marchita los jardines,
porque es ósculo y abrazo de furor,
que nos llena de terror.
Deja pasar ese grito y olvida ese beso maldito,
pues siempre, después que un lirio
es marchitado y escondido entre las tinieblas,
nos brotan las azucenas
y nacen las violetas.
Después del invierno gélido nos llega la primavera.
Zacarías Palacios