DOS
Y entonces pensé
sacudirme al mundo de la mente
con el señor Quetzalcoatl.
Me concentré en aquel
quien antaño rescatáramos del placer,
de ese delicioso infierno
que nos acontece por el sueño de ser
que nos endilga el mundo.
¡Me interrogué en mí,
buscando al Quetzal
para alumbrar mi Coatl!
Y una voz interior
surgió
armonizando un todo universal
en acto interior de renuncia...
Esto me tornó en centro
en consecuencia de mi desapego.
Brotaron entonces
de mi mente
cuatro reinos de demonios interiores
que me gobernaron mientras fui.
Ahora que no soy ya los veo
porque ya no busco hacerme sus pensamientos:
interna habla
en la que me partí a mí mismo
hecho infinitas voces.
En ellas me escucho y encuentro,
me pienso,
me deseo identidades
y me sueño... y desaparezco.
Mas mi yo, sin ser, aún desaparecido
y nostálgico de presentes,
se hace recuerdos
en los que me veo a mí mismo.
Y hecho recuerdos
me añoro,
con la sensación
y al sistema.
Me incita la aventura
de volar en la ilusión,
de hacer el ser de la apariencia para vivir,
y donar mis fuerzas
a la experiencia.
Y hecho actos
me veo imágenes...
Sergio Verduzco