EPÍLOGO
Cuando miro las estrellas
es por hallarte en el tiempo:
Estero, balsa y totora
envainan sable de sueño
bajo la luna pendiente
de las orejas del cielo.
Tu imagen tiene esa magia
de empañar en el cerebro
cuando evoco las melazas
dulzonas del sentimiento.
Cautivo en una muralla,
coraza hierro cemento,
teje la trenza dorada
maduro trigal, su cuerpo.
Cómo una brisa recorre
frescura por los latidos!
¡Aroma de flor no moje
en grises lluvias de olvido!
Mi boca siempre dibuja
la tuya tras de los besos;
¡Hornero albañil construya
divina arcilla de pechos
y un amasijo de labios
soplando vida al recuerdo.
Rubén Manuel Boronat