FRACASOS
Hay en mi interior cosas dormidas,
cuando penosas tragedias quedaron asustadas casi al final de mis fracasos:
se trata del olor del silencio y de cenizas de antaño,
de escándalos de aquel polvo que no se pudo lavar en la mañana,
de aquel beso que desapareció por ausencia de caricias;
aguas y tormentas inclinadas a mis horizontes,
vinagre en los callejones y caminos de mi casa,
del rincón desierto, inmóvil ante mi mirada;
hormigueros cayendo sobre mi pecho,
flores que no estaban en su sitio,
rompimiento de las promesas eternas.
A la deriva, recorrí toda mi vida, cuando la felicidad me ocultaron,
quedaron en mis hojas de mi diario impreso mis fracasos:
todos los días estrellándose en mis ojos como pesadilla,
allá viene el invierno, sin pasar por la primavera;
y caminé con mis pies de barro todo un medio siglo,
¡quién diría! Levanté mis manos al cielo en busca de alivio de mi fatiga;
siempre en medio, la pared de escasa nobleza,
difícil de escapar, de su terrible franqueza.
Desearía beber desesperado un poco el licor de los labios del descanso.
¡Cuántas esperanzas de triunfo en mi alma, cuando sus voces nunca llegaron!,
quedaron dormidas como premio de mis fracasos:
no son mis manos, ni mente fuente de regalos,
son palabras caídas apiladas sin corona,
mal vestidas,
con lluvia de tristezas,
cantos contenidos,
fuego de tormentos recibidos golpeando los sueños;
no es mi estrella, ni mi suerte fuente de milagros,
son islas contenidas en el espacio,
perdidas en eterna angustia
rogando salir de su abandono.
Ricardo Serna G.