Ya no corre el agua por la cascada de tus ojos,
Ya no se derrama el mar en tu sonrisa,
Ya la noche no duerme en tu pelo,
Ya al suspirar no desatas tu implacable brisa.
Ya no descansa soñando el universo en tu cuello,
Ya no habita cercano el horizonte en tu espalda,
Ya no se vara la alegre melancolía en tus senos,
Ya no despiertas con tu eterna voz al alba.
Ya no escribes la historia de mi vida con tus manos,
Ya no marcas la dolida Tierra con tus pies,
Ya no vela el secreto de la fruta en tu cintura.
Ya no te sostienes de banales metáforas de lo vano,
Ya no te yergues de frágiles castillos de miel,
Ahora que te conozco, descubro tu verdadera hermosura.
Pablo Ruoppolo